Por David Morán
Kamishibai,
en japonés, quiere decir “teatro de papel”.
Es
una forma de contar cuentos muy popular en Japón. Suele estar dirigido a niñas
y niños pequeños que van a disfrutar de él en grupo. También es utilizado como
recurso didáctico. Está formado por un conjunto de láminas que tiene un dibujo
en una cara y texto en la otra. Su contenido, generalmente en forma narrativa,
puede referirse a un cuento o a algún contenido de aprendizaje.
Como
el texto está en la parte posterior de las láminas el kamishibai siempre
necesita un presentador o intérprete que lea el texto mientras los espectadores
contemplan los dibujos.
La
lectura del kamishibai se realiza colocando las láminas en orden sobre un
soporte, teatrillo de tres puertas que se llama ”butai”, de cara al auditorio,
y deslizando las láminas una tras otra mientras se lee el texto.
Origen
del Kamishibai
Estamos
en 1930, en una de las calles más populosas de Tokio. A lo lejos se ve llegar a
un hombre en bicicleta. El hombre se apea de ella y hace sonar una carraca.
Pronto empiezan a arremolinarse en torno a él decenas de niños.
Es
lógico, el hombre es un vendedor de golosinas. Pero, además, trae consigo el
kamishibai. Saca un teatrillo de madera del tamaño de un maletín, por el que
comienza a deslizar unas láminas con unos dibujos de trazos gruesos y
sencillos. En su reverso está escrito un texto con rápidas descripciones y
diálogos vivaces, que el hombre lee. Los niños escuchan y miran boquiabiertos,
gritan aterrados, o ríen a pleno pulmón.
El
kamishibai nunca falla, es mágico, siempre consigue atrapar la atención de los
niños, hacerlos atravesar esa línea que separa la fantasía de la realidad.
Éste
es, pues, el origen del kamishibai: surgió en Japón, durante la crisis
económica de finales de los años 20, como una fórmula para combatir el
desempleo: el hombre de la bicicleta, tras el éxito de la representación,
vendía con más facilidad sus golosinas entre los felices niños.
Tras
unas décadas de declive, en los últimos años el kamishibai ha resurgido, esta
vez ya como una actividad puramente lúdica y pedagógica, y lo ha hecho con
tanta fuerza que su magia se ha extendido desde el país del Sol Naciente a
otros continentes. Para conocer algo más de su historia.
Kamishibai,
en japonés, quiere decir “teatro de papel”. Sin embargo, el kamishibai es mucho
más que eso: es todo un universo repleto de historias sencillas pero ricas en
sentimientos y enseñanzas.
Su
magia
El
kamishibai fascina a la audiencia. Une la magia de las palabras con el encanto
de las imágenes captando la atención de todos, especialmente de los más
pequeños. El componente teatral del kamishibai transciende a la simple lectura,
ayuda a conseguir un efecto mágico y de concentración en torno al cuento mucho
más fácilmente que con otras técnicas.
Al
interpretar un kamishibai se produce la interacción gozosa y compartida entre
los miembros de la audiencia, entre éstos y el intérprete, y entre ambos y el
mensaje que el autor quiere transmitir.
Los
niños asisten en grupo a un espectáculo en el que todos juntos pueden gritar de
miedo o reír con fuerza. Esto les predispone a compartir los mismos
sentimientos, experimentando la sensación de grupo y el disfrute conjunto.
Dicho efecto puede ser incrementado por el intérprete adaptando su entonación,
ritmo e incluso variando expresiones teniendo en cuenta el ambiente creado.
Y
además…
-
Fomenta el gusto por la lectura y la escritura.
-
Permite el tratamiento de la interculturalidad de forma natural mediante el uso
de cuentos de diferentes culturas. Con el kamishibai, además de conocer los
distintos textos, disfrutarán de las imágenes que corresponden a las
tradiciones de cada una de ellas.
Documentos
de referencia: IKAJA, Asociación
Internacional de Kamishibai de Japón, nos 1-2 de Kamishibai, Newsletter.Japan.
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